Opinión

Gran labor humanitaria

Un país sin niños sanos y educados no tiene futuro.

Ellos representan el relevo de las generaciones, y si el Estado no les asegura una existencia digna y la máxima protección de sus derechos, a la vuelta de pocos años lo que cosecharíamos sería una masa parasitaria de ciudadanos.

De ahí que constituya una iniciativa de alto sentido humanitario y patriótico la que ha puesto en marcha el Consejo Nacional para la Niñez y Adolescencia (CONANI) con su programa de rescate de los niños de las calles.

Son menores que piden limosnas o merodean lugares donde puedan conseguir alimento u otra ayuda para subsistir, porque sus padres o tutores son pobres o porque, siendo huérfanos, no cuentan con recursos para estudiar ni encaminar sus vidas por los mejores senderos.

Con frecuencia, caen en la delincuencia. Robando o prestándose para el micro-tráfico de drogas, para la prostitución y para cualquier otra actividad infame que les reporte dinero.

El CONANI procura identificarlos, acogerlos y acompañarlos en el proceso de reinsertarse en sus hogares y en las escuelas, asegurándose que cuenten con adecuada alimentación, asistencia terapéutica y útiles de estudios.

El plan piloto que está siendo probado en el polígono central de la capital ya ha rescatado 166 niños, 136 varones y 30 hembras, y la idea es ampliarlo al Gran Santo Domingo y gradualmente al resto del país.

La suerte es que su principal promotora es la primera dama de la República, doña Raquel Arbaje de Abinader, una mujer que gracias a su sensibilidad humana puede concitar apoyo y solidaridad de toda la sociedad en este esfuerzo sin precedentes por rescatar a una infancia tradicionalmente desprotegida y desvalida de sus derechos elementales.

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