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Mentalmente desencajados

Para nadie es un secreto que la pandemia del Covid generó otra paralela: la de la crisis en la salud mental que ahora hace olas con un incremento de casos en el mundo.

Se calcula que, aquí, la demanda de atenciones de salud mental ha crecido en más de 30 por ciento de lo normal, lo que ha podido medirse con el número de consultas a psiquiatras y psicólogos.

Pese a este “boom” de demandas, ni los centros hospitalarios o clínicos, públicos o privados, tienen la respuesta adecuada para atender casos que progresivamente se han ido agudizando.

Ni mucho menos para albergar a pacientes en condiciones de cierto cuidado porque no disponen de salas especiales ni camas ni unidades de intervención en crisis, ni el país cuenta con suficientes psiquiatras y psicólogos.

Sin que exista una cuantificación confiable de las consecuencias que se han derivado de esta explosión de trastornos mentales, la frecuencia con que se informa de casos de violencia intrafamiliar o de homicidios en los que han participado personas con crisis mental da una idea de la gravedad del fenómeno.

No le queda al Estado más alternativa que multiplicar el número de camas psiquiátricas y salas y unidades de atención a personas con problemas psicológicos, facilitando incluso las coberturas para la salud mental.

Debe procederse a abrir unidades en todos los pueblos donde no existen, para facilitar la atención y evitar los desplazamientos de pacientes a Santiago y la capital, donde están las pocas que funcionan, en razón de sus costos y otras complicaciones.

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