REFLEXIONES DEL DIRECTOR
Asi hacíamos un periódico cuando no existía Google
Antes de que la maravilla tecnológica de Goggle se convirtiera en el buscador predilecto de datos, su equivalente práctico en las antiguas redacciones era la colección de los diarios o, en su defecto, un paquete de folders atiborrados de recortes de papel.
Cuando le era preciso al redactor buscar el antecedente de una historia o todo lo que se hubiese publicado acerca de un evento, una obra, un personaje, tenia que recurrir al departamento de archivo o la biblioteca del periódico a pedir los portafolios correspondientes.
No había manera de lograr una búsqueda avanzada, como ahora lo permite Google, sino la de haber rápidos vistazos a los recortes archivados o las páginas originales de una edición impresa y tratar de localizar el dato que se necesitaba.
Este procedimiento implicaba tiempo para el redactor, pero era la fuente más fiel para conocer el background de una noticia. Eso si, trabajar con una montaña de documentos o un libraco encuadernado de un periódico sabana resultaba complejo, pero no teníamos de otra.
No teníamos forma del copy-paste o reproducción de un texto para integrarlo a una nota porque las maquinillas de escribir de entonces, las procesadoras digitales de hoy, no podían exportar ningún contenido.
Para la época en que estas eran las herramientas usuales de un periodismo más manual que tecnológico, la prisa para redactar noticias no era un factor de presión, como hoy, y gracias al esquema de organización interna, cada nota pasaba por muchos ojos y filtros antes de su impresión final.
Había redactores que solían colocar papel carbón entre dos hojas de 8 y media por 11 pulgadas para conservar copias de sus noticias, generalmente escritas con dos espacios entrelíneas para que el corrector de estilo pudiera introducirle cambios escribiendo a mano con un bolígrafo.
Así garabateadas y tituladas con una tirilla se las enviaban al componedor para que formateara otro texto en una cinta perforable. Esta cinta se colocaba luego en una máquina reproductora que la imprimía en una galera blanca que, posteriormente, pasaba a revisión del corrector de pruebas.
Si el corrector de pruebas encontraba errores gramaticales, usaba entonces un bisturí para suprimir las fallas , escribiendo las palabras correctas en otra máquina, cortándolas y colocándolas en los huecos con una cinta pegante debajo.
Una vez lista, los diagramadores cortaban al filo las galeras, le untaban un pegamento detrás y las fijaban en páginas cuadriculadas del tamaño original del diario, y de ahí se iban, con sus respectivos titulares, a las cámaras de foto-impresión, cuyos negativos se plasmaban en planchas metálicas y estas, finalmente, se adherían a los rolos de las rotativas. Hasta que, por fin, salían impresas.
Asi hacíamos un periódico cuando no existía Google.