Urge el diálogo con los productores
Más allá del escenario bélico, la guerra ruso-ucraniana tendrá un impacto igualmente devastador en la economía, con la agravante de que, al igual que la pandemia, su alcance será global y de duración impredecible.
Ya el país es una víctima colateral de ese conflicto, pues su economía se ve expuesta a las sacudidas de la inflación o el estancamiento, en último caso, con todos sus efectos desestabilizadores.
Lo estamos comprobando con el nivel que han alcanzado los precios de los artículos de consumo y las preocupaciones, dignas de ser ponderadas, de los productores agropecuarios e industriales, economistas y varios partidos políticos, sobre el porvenir de sus sectores.
Esto a propósito del proyecto del gobierno de reducir las tasas arancelarias a una serie de productos de importación que, en opinión de los cosecheros y comerciantes, podría causar un severo desincentivo a la producción nacional.
Si bien la eliminación de estas tasas obedece a una urgente necesidad de asegurar los abastecimientos alimentarios, no es menos cierto que implica desmedro para los productores locales.
Y esos temores deben ser mitigados o subsanados por el gobierno llamando a las partes a una mesa de conversaciones, lo más pronto posible, para buscar alternativas que no lleven a la quiebra a los productores nacionales.
Esta guerra ruso-ucraniana se extenderá más allá, en el tiempo, en el escenario de la economía mundial, y sobre la base de esa realidad previsible, aquí debemos blindar mejor el aparato productivo, no someterlo a riesgos que hagan que la sal sea más cara que el chivo.