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Una verdadera Primera Madre

Ella fue una verdadera madre, no solo para sus hijos, sino para centenares de niños pobres a los que les tendió su mano generosa para abrirles el camino de muchos útiles aprendizajes.

Como cristiana de corazón y de acción y siguiendo el evangelio de Mateo de no dejar que la mano izquierda sepa lo que la derecha ofrece en solidaridad, su vida privada y pública fue un testimonio de humanidad.

La última obra material que creó y ha dejado a la sociedad es el Museo Trampolín, en cuya sede murió el lunes de un infarto fulminante, imprimiendo la huella de sus desvelos y sacrificios en favor de la niñez dominicana.

Doña Rosa Gómez de Mejía, esposa del expresidente Hipólito Mejía, se distinguió por el fino y amable trato que dispensaba a los ciudadanos, más que nada a los niños sin padres o desatendidos por el Estado.

Para muchos chicos desbandados, producto de la descomposición social y la falta de preparación y de oportunidades, ella fue una verdadera madre alternativa, un papel que ojalá muchos ciudadanos asumieran para salvar el destino de una infancia desdichada. Su muerte, tan dramática y repentina, ha estremecido los corazones de los dominicanos. Ha producido una enorme congoja nacional, que también experimenta el LISTÍN DIARIO.

Su familia, y la sociedad, deben sentir orgullo por su legado, patentizado en una larga vida de servicios voluntarios, en silencio y humildad, sin envanecerse por el poder que emanaba de su condición de primera dama y sin reclamar loores y vítores a una sociedad que, a menudo, se ha mostrado ingrata y desagradecida frente a los que la han ayudado de veras.

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