Dos espejos para la juventud
Dos inesperados episodios de salud, apenas saliendo de una adolescencia prometedora, troncharon los sueños de dos jóvenes dominicanos de convertirse en peloteros estrella en las Grandes Ligas.
Una deficiencia cardíaca, en uno, y una grave lesión de codo del otro, bastaron para matar sus ilusiones, pero los oportunos y sanos consejos de sus padres hicieron posible que ambos revirtieran a tiempo el derrotero del fracaso.
Robinson Medina, a punto de ser firmado para un equipo de las Grandes Ligas de Estados Unidos, a sus 17 años de edad, y Radhamés Valerio, de igual edad, pero con algo más de suerte, son los referentes de esta historia.
Como Medina no pudo ser admitido en el equipo de béisbol, decidió que tenía que salir a camino y se fajó a estudiar medicina.
Tras graduarse hizo una pasantía en una unidad de atención primaria y luego obtuvo una maestría en administración hospitalaria y un postgrado en fisioterapia.
Valerio, firmado por los Rockies de Colorado, debutó como lanzador, pero un resbalón en el box le fracturó el codo y hasta ahí llegó.
Su equipo, sin embargo, al percibir sus anhelos de superación, le financió cuatro becas de estudios y pudo graduarse como el mejor de su clase en Administración Aeronáutica. Ahora termina su carrera como ingeniero industrial en INTEC.
¿Cuántos jóvenes, como ellos, capitularon ante los retos de la vida y, en lugar de luchar y perseverar por alcanzar una profesión digna y útil a la sociedad, se desviaron por los caminos del vicio y la delincuencia y han quedado como bazofias humanas?
Medina y Valerio son dos buenos espejos para que la juventud tome conciencia del valor del estudio, de los buenos consejos de sus padres y del sentido de compromiso con su país.
Y en lugar de perseguir la riqueza fácil (en la forma que sea, no importa si pecaminosa o criminal) que apuesten por servir a su familia y a la sociedad desde oficios que los enaltezcan, que siempre están a la vista, como válidas opciones de crecimiento personal y profesional.