Mano firme, doña Miriam
Un ejemplo de vergonzosa corrupción, prohijada por el funesto contubernio de autoridades y delincuentes, es el hallazgo de equipos tecnológicos, armas, drogas y otros artefactos prohibidos en poder de presos de La Victoria.
Con mano firme, la procuradora general Miriam Germán, ha autorizado la militarización de esa penitenciaria, el decomiso de los artefactos y la destitución de dos oficiales responsables de mantener los controles para evitar estas acciones subrepticias.
Gravísima ha sido la revelación de que uno de los reclusos operaba 89 cámaras de vigilancia, seguramente controladas desde fuera por el crimen organizado, con lo cual estaba en riesgo el escudo de seguridad de la mayor prisión del país.
A nadie le caben dudas de que, en dimensiones diferentes, estas violaciones a la seguridad y los mecanismos de protección de los reclusos imperan en las demás cárceles, fruto del maridaje perverso de autoridades y delincuentes.
Y el mal ha persistido, por mucho tiempo, porque a los comandantes y agentes que fallan no los destituyen ni los someten a la justicia para que paguen las consecuencias de su contubernio y, con esto, desalentar a los que quisieran hacer negocios con peajes e indulgencias carcelarias.
A la magistrada Germán hay que apoyarla para que decapite la hiedra de siete cabezas que motiva estas peligrosas inconductas de oficiales y agentes al servicio de criminales y antisociales que han burlado a la sociedad.
Que ordene hacer estas requisas profundas en todos los recintos penitenciarios, sin que le tiemble el pulso, y que una vez establecida la implicación de las autoridades carcelarias proceda a solicitar su fulminante despido y enjuiciamiento en los tribunales.
Esa es una de las tareas de adecentamiento que requiere nuestro sistema penitenciario y un ariete vital para cortarle a la corrupción una de sus fuentes nutricias.