La alianza del mal
Las más resonantes y permanentes formas de burlar la ley y estafar a la sociedad tienen un denominador común: el contubernio de autoridades, civiles o militares, con los delincuentes.
El contubernio sintetiza la alianza del mal.
Es la fuente de muchas acciones censurables, económicas y socialmente gravosas, que impiden que el Estado haga cumplir efectivamente las leyes y normas que institucionalizan un país.
El oxígeno principal del Estado es lo que le provee el fisco, las recaudaciones que, bien administradas y aplicadas, ayudan a reducir brechas sociales y a estimular obras de desarrollo.
Los contrabandos de todo tipo, sean de productos, armas o drogas; el tráfico ilegal de extranjeros en desmedro de las leyes migratorias; la depredación de los recursos naturales, como la deforestación y la explotación ilegal de otras fuentes vitales, son posibles cuando la autoridad se alía a los delincuentes y no cumple con su deber.
Otros “entendimientos”, como los de sobrevaluar o devaluar productos, obras públicas en licitación, o los acuerdos bajo la mesa para variar sentencias judiciales y hacerse de la vista gorda ante un sinnúmero de irrespetos a normas de comercio y del tránsito, son también frutos de los contubernios.
En estos días, por ejemplo, el ministro de Medio Ambiente, Orlando Jorge Mera, quien libra una lucha diaria contra acciones ilegales que afectan los recursos naturales, dijo que las extracciones de arenas de Las Dunas de Baní eran resultado del “favoritismo político y militar”.
Los hechos delictivos, en su mayoría, no son fortuitos.
Son las resultantes de la connivencia de autoridades y los bandoleros, depredadores, ladrones, sicarios, asesinos y contrabandistas.
Y hasta que el gobierno y la justicia no sientan precedentes importantes contra este factor o común denominador, la alianza del mal siempre será el gran cáncer de la institucionalidad de la patria.