Un canciller buscando camorra
No supera Haití todavía su crisis de gobernabilidad e inseguridad, y ya su canciller anda buscando pleitos con nuestro país al intentar desconocer principios fundamentales del derecho internacional, promoviendo la construcción de un canal derivador de las aguas del río Dajabón o Masacre, que nace aquí.
Recurriendo de nuevo a su vieja costumbre de provocar conflictos diplomáticos, el canciller Claude Joseph pretende atribuir a Haití una soberanía o autoridad que no tiene sobre ese curso de agua transfronterizo, pasándole por encima a las bases del Tratado de Paz y Amistad Perpetua y Arbitraje, firmado por ambos países en 1929.
Ha planteado el canciller Joseph, en una apelación al primer ministro Ariel Henry, dar continuidad a los trabajos de construcción del canal-represa del río, obra iniciada inconsulta y secretamente sin que se hayan medido sus consecuencias medioambientales, a contrapelo de la oposición del gobierno dominicano a esa infraestructura.
Es obvio que lo que pretende con esta atrevida postura es dinamitar las relaciones entre ambos países, con un franco desconocimiento de nuestra autoridad soberana sobre el Dajabón o Masacre, desafiando así el interés nacional dominicano de proteger sus ecosistemas de una eventual modificación de las corrientes del río.
En ningún momento la República Dominicana ha puesto objeciones a un proyecto para compartir equitativamente esas aguas.
En lo que no está de acuerdo es en intervenir la cuenca con una obra de infraestructura de la cual no se conocen sus impactos ambientales, ignorando lo que taxativamente ordena el Tratado del 1929,
Mantener un porfiado interés en hacer la obra por encima de la cabeza de quien sea es, en el fondo, implicitamente, una denuncia unilateral por parte de Haití de ese Tratado.
Casi como decir el preludio de un conflicto mayor en un momento inoportuno, pues todo el mundo sabe que el control de ese país está en manos de distintas bandas armadas, algunas de ellas reputadas como apadrinadas por una parte de los que ejercen el precario poder de mando allí.
La República Dominicana, ya sobrecargada al asumir algunas de las derivaciones de la crisis profunda de Haití, no puede aceptar estas malsanas provocaciones, pero tampoco puede permitir que su autoridad soberana sobre un recurso nacional estratégico sea puesta en entredicho, en ninguna circunstancia.
Y si tiene que zapatearse para demostrarlo, pues que lo haga.