¡Fuera ese dictadorzuelo!

Daniel Ortega, el perfecto heredero del dictador Anastasio Somoza Debayle, ha dado un nuevo golpe a la macilenta democracia nicaragu¨ense, al imponerse de manera ilegítima como presidente de su país en una farsa electoral.

Con todos los líderes de la oposición encarcelados, la prensa independiente sometida al silencio y un generalizado sistema de opresión contra los sectores disidentes, propició unos comicios amañados para quedarse en el poder cinco años más.

El mundo democrático se ha sacudido frente a este burdo desconocimiento de la voluntad popular encabezado por uno que fue esperanza de libertad e independencia en nombre de la exitosa revolución sandinista.

Sus más cercanos colaboradores en la gesta revolucionaria que desalojó a la dinastía de los Somoza fueron alejados, perseguidos y humillados por el líder, en abierta traición a los ideales del patriota Augusto César Sandino.

La purga se extendió luego a todos los opositores relevantes, entre ellos a los descendientes del valeroso periodista Pedro Joaquín Chamorro, mártir de la dictadura somocista.

Con este flagrante atropello a las normas democráticas, Ortega y su mujer Rosario Murillo, postulada a la vicepresidencia, pretenden imponer una nueva dinastía tiránica en el país centroamericano.

Las naciones que defienden y protegen la libertad y los derechos humanos y políticos de sus ciudadanos, no pueden aceptar ni reconocer los resultados de esta farsa.

Lo que procede es aislarlo de la comunidad hemisférica, dejándolo solo en compañía de los pocos que, como él, han burlado las aspiraciones democráticas de sus pueblos y se han erigido en aborrecibles dictadorzuelos a través de farsas como las de anteayer en Nicaragua.

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