Una soberbia imprudencia

Por más deleitoso que sea para los fanáticos presenciar un juego de béisbol, los estadios de pelota no pueden convertirse en los nuevos silos de las variantes que trasmiten el Covid-19.

De ningún modo los directivos de los equipos que participan en el campeonato profesional de este año ni las autoridades de Salud Pública pueden permitir que se desborden en ellos los límites de la protección individual y colectiva frente al contagio del coronavirus.

Lo que ha ocurrido en el primer día del campeonato ha sido una imprudencia mayor, pues no se respetaron las reglas del distanciamiento ni el uso de mascarillas, mucho menos los límites del aforo en los palcos y gradas.

Si persisten estos tolerados irrespetos a las restricciones, la autoridad seguirá perdiendo fuerza coactiva o persuasiva para obligar a los ciudadanos a cuidar su propia salud y la de los demás, sea el que sea el espacio en que se muevan o se congreguen.

El hecho de que se trate del campeonato tradicional del deporte más popular del país no da licencia a nadie, por más fanático que sea, para violentar estas normas con las que el mundo trata de contener el avance de la pandemia, en este caso reforzada por la aparición de poderosas variantes de alto contagio.

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