La intención es buena, pero…
Al terminar ayer el estado de emergencia, algunas restricciones que existían, más otras nuevas, volverán a poner a prueba la actitud de cooperación de la ciudadanía para enfrentar colectivamente el avance de la pandemia del coronavirus.
Las nuevas medidas, consignadas en la Resolución 0000-48 del Ministerio de Salud Pública, lucen plausibles en sus propósitos, pero de difícil control para que los ciudadanos las cumplan.
Una de ellas tiene que ver con las limitaciones a un 75 por ciento del aforo o capacidad de personas en locales de expendio y consumo de bebidas alcohólicas.
Y otra con el requisito obligatorio de presentar la tarjeta de vacunación con dos dosis de la vacuna anticovid para ingresar a lugares de trabajo con espacios cerrados y de uso colectivo, los centros de estudios, los medios de transporte y los centros comerciales y de diversión, incluyendo los deportivos.
La pregunta obligada es: ¿quién y cómo controlará la aplicación de estas restricciones?
Como estas medidas se aplicarán a personas mayores de 12 años, habrá que suponer que en vista de que la población menor de esa edad no fue incluida, sino hasta hace pocos días atrás, en las campañas de vacunación, el acceso de los menores a las escuelas y colegios podría tropezar con una inoportuna interrupción ante la gran masa de niños no inoculados con dos dosis.
Otras dudas surgen respecto a la verificación de las tarjetas de vacunación ya que las mismas no poseen fotografías del vacunado y, hasta donde se sepa, no se conoce de un registro electrónico comprobable mediante códigos de barras que haga menos engorroso ese monitoreo.
Como ocurrió en el pasado, donde ni el toque de queda ni las reglas del distanciamiento se respetaban, tememos que en esta nueva fase de “normalidad” esas medidas restrictivas se conviertan en inaplicables y, por ende, nos hagan fracasar en esta lucha crucial contra la pandemia.
La mejor resolución, finalmente, es la propia conciencia de los ciudadanos para admitir el peligro, para protegerse y proteger a los demás, y aplicarse las dosis necesarias de vacunas contra el Covid, un objetivo en el que el gobierno debe emplearse a fondo con una campaña masiva de persuasión.