Opinión

Haití nos pesa demasiado

La economía, la seguridad nacional y la vida de los dominicanos, en sentido general, están bajo fuerte estrés por las repercusiones de la crisis haitiana en nuestro país.

La enorme inversión de recursos en equipos y tropas para asegurar un mínimo de control fronterizo, la igualmente significativa aportación a la gratuidad de los partos de las embarazadas haitianas y la presión que tiene que soportar el Estado ante el relajamiento de sus leyes de migración y ciudadanía, son parte de esas cargas ya insostenibles.

La existencia de un permanente estado de pobreza, insalubridad, bandidaje e inestabilidad política en Haití dispara las fuerzas centrífugas de un conjunto de problemas que vienen a impactar a nuestro país y para los cuales no tenemos capacidad de asimilación ni solución.

Como responsablemente ha dicho el presidente Luis Abinader en su discurso ante la 76 Asamblea General de las Naciones Unidas, la gravedad de la crisis de Haití amerita de la intervención internacional, estabilizadora y humanitaria, para imponer las reglas de un estado de seguridad, de orden político y de auxilio a una población desgarrada por la miseria y por la violencia.

La República Dominicana, sobrecargada por la intrusión permanente de ilegales haitianos que se aposentan, trabajan y también reproducen aquí sus formas de vida, sus excesos depredadores en la foresta y sus comportamientos violentos en los sitios donde se hacinan, no es la solución a esa tragedia.

Y pese a que en gran medida hemos tenido que soportar unos problemas que no son propios ni los creamos, mostrando así la cara de una real solidaridad que otros países no han practicado, lo cierto es que la población dominicana está harta y renuente a seguir poniendo la mejilla para que algunos países y organizaciones internacionales nos peguen y nos acusen injustamente de discriminación y xenofobia.

Demasiado hemos aguantado estas infames campañas y las necias intromisiones de países y grupos para que auto aniquilemos nuestra soberanía, borremos la frontera y permitamos la libre ocupación de nuestro territorio por parte de los haitianos, como si acaso nosotros tuviésemos la llave de su infortunado destino.

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