Habrá que fumigarlo
Con las irrefutables evidencias del involucramiento de legisladores en los entramados del narcotráfico y en casos escandalosos de corrupción, en el pasado y en el presente, se hace imperativa una fumigación interna del Congreso para curarlo de esas plagas.
Talvez parezca utópico lograrlo por el hecho de que están investidos de unas potestades constitucionales y, más que nada, porque representan a unos partidos que, de alguna u otra manera, les deben grandes favores por sus aportes económicos y por el costo político de esa profilaxis.
Pero la sociedad dominicana se encuentra en estos momentos comprometida con la remodelación de los viejos esquemas de un sistema partidario que ha perdido sustentación y confianza, precisamente por culpa de la tolerada intrusión de agentes del narcotráfico en sus filas.
Es un enorme peligro para la institucionalidad del Estado y, más que nada, para la seguridad nacional, la infiltración de estos agentes, o sus cómplices y testaferros, en los estamentos del poder, desde los cuales pueden neutralizar todo intento destinado a rescatar a la sociedad de su descalabro moral.
Legislador que haya sido descubierto, con pruebas fehacientes, en su complicidad con el crimen organizado o en prácticas de corrupción, debe ser excluido del fuero constitucional que les garantiza impunidad y sometido al debido juicio congresional que precede a su expulsión.
Lo ideal sería que los propios partidos que les sirvieron de trampolín tomen la iniciativa de una purga, como señal de que no comparten ni son corresponsables de sus actos, y los expulsen de sus filas, al tiempo de tomar las previsiones de lugar para blindarse en el futuro de estas funestas infiltraciones.
It will have to be santized With the irrefutable evidence of the involvement of legislators in drug trafficking networks and in scandalous cases of corruption, in the past and in the present, an internal fumigation of Congress is imperative to cure it of these plagues.
It may seem utopian to do so due to the fact that they are invested with constitutional powers and, more than anything, because they represent parties that, in one way or another, owe them great favors for their economic contributions and for the political cost of this prophylaxis.
But Dominican society is currently committed to reshaping the old schemes of a party system that has lost support and confidence, precisely because of the tolerated intrusion of drug trafficking agents into its ranks.
The infiltration of these agents, or their accomplices and figureheads, into the branches of power, from which they can neutralize any attempt aimed at rescuing the society of its moral disaster.
A legislator who has been discovered, with reliable evidence, in his complicity with organized crime or in corrupt practices, must be excluded from the constitutional jurisdiction that guarantees impunity and subjected to the due congressional trial that precedes his expulsion.
Ideally, the very parties that served as a springboard take the initiative of a purge, as a sign that they do not share or are jointly responsible for their actions, and expel them from their ranks, at the time of taking the provisions of place to shield themselves in the future of these dire infiltrations.