REFLEXIONES DEL DIRECTOR
El silencio de las rotativas
El silencio de las rotativas
Las salas de rotativas eran el “sancta santorum” real de un periódico , un vasto e imponente espacio en el que grandes maquinarias unidas en cadena, a ritmo trepidante, imprimían cortadas y formateadas las ediciones en papel de los diarios tradicionales.
Los operarios, enfundados en trajes especiales y con protectores anti ruidos en sus orejas, se movían entre tintas, planchas metálicas y cilindros de papel de alto tonelaje ensamblándolos hasta lograr el producto final, listo para llegar a la mano de los lectores.
De nada valía que los otros andamiajes del periódico cumplieran su misión si la edición no se materializaba en el papel.
Ese es el producto terminado, el que representa la reliquia documental de un esfuerzo de búsqueda, organizacion y montaje de las noticias, la suma de muchas batallas por la libertad de expresión, el enriquecimiento cultural y la defensa de la democracia.
Cuando pienso en los diarios que han cerrado sus ediciones impresas para convertirse en digitales, fruto de la pérdida de ingresos que quebraron su sostenibilidad, imagino sus salas de rotativas inertes, como dinosaurios dormidos, simbolizando las épocas de oro del periodismo.
Aunque se transformaron en digitales y siguieron ejerciendo un periodismo profesional volcado en plataformas modernas desde sus sedes originales, el silencio y la soledad de sus salas de rotativas rivaliza con el de los cementerios, mudos testigos de historias escritas que iluminaron y esparcieron el conocimiento de la humanidad.
“El eco del “Paren las máquinas”, el célebre mandato con que el prestigioso diario El País, de España, cesó hace tres años la impresión de sus ediciones en sus talleres para realizarla en otro, de propiedad privada, retumbó en el momento más crítico de la pandemia del Covid, infartando los corazones de cientos de diarios que escribieron páginas gloriosas en la historia del periodismo.
The silence of the presses
The press rooms were the real “sancta santorum” of a newspaper: a vast and imposing space in which large machines linked together in a chain, at a frenetic pace, printed cut and formatted the paper editions of traditional newspapers. The operators, clad in special suits and with ear protectors, moved between inks, metal plates and high-tonnage paper cylinders, assembling them until they achieved the final product, ready to reach the readers' hands.
It was of no use for the other scaffolds of the newspaper to fulfill their mission if the edition did not materialize on paper. That is the finished product, the one that represents the documentary relic of an effort to search, organize and edit the news, the sum of many battles for freedom of expression, cultural enrichment and the defense of democracy.
When I think of the newspapers that have closed their print editions to become digital, as a result of the loss of income that broke their sustainability, I imagine their inert press rooms, like sleeping dinosaurs, symbolizing the golden ages of journalism.
Although they became digital and continued to exercise professional journalism focused on modern platforms from their original headquarters, the silence and loneliness of their newspaper rooms match with a cemeterie, silent witnesses of written stories that illuminated and spread the knowledge of the humanity.
The echo of "Stop the machines", the famous mandate with which the prestigious newspaper El País, of Spain, stopped printing its editions in its workshops three years ago to carry it out in another, privately owned, resounded at the most critical moment of the Covid-19 pandemic, infarcting the hearts of hundreds of newspapers that wrote glorious pages in the history of journalism.