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Más visibles, menos anónimos

En la medida en que las audiencias prefieren las noticias audiovisuales, el periodista sale más pronto de los viejos esquemas que lo mantenían prácticamente en el anonimato.

Cuando los diarios impresos monopolizaban la difusión de noticias procesadas con alto sentido profesional, la firma del autor se convertía en un sello de identidad y dependiendo de la frecuencia, importancia o relieve jerárquico que tuvieran sus noticias, en ese grado marcaba su nombradía.

Al cambiarse este modelo con la transformación digital también han cambiado las formas de hacer periodismo.

Siendo ahora más audiovisual, el periodista se convierte en un eslabón infaltable en la historia, porque los usuarios quieren ver, escuchar y calibrar al personaje que les informa y los modos en que lo hace.

Esto permite que los periodistas salgan de las antiguas conchas del anonimato y se visibilicen ante el público, en algunos casos mostrando sus niveles de dominio en los relatos, su capacidad de “enganchar” a los usuarios y construir percepciones de credibilidad.

Los formatos de vídeos y audios, profusamente usados ahora en el periodismo digital, exigen que tengan más protagonismo o visibilidad que antaño, cuando apenas eran conocidos por sus firmas, no tanto así por sus rostros ni sus formas de interactuar directamente con el público.

Al ser más visibles, menos anónimos, muchos llegan inclusive a convertirse en figuras amigables, creíbles y hasta atractivas, como suele ocurrir con muchos de nuestros reporteros noveles, nativos digitales, que ya cuentan con legiones de leales y entusiastas “fans”, capaces de conversar y explicar al público sus peripecias diarias en la búsqueda de la noticia.

Ese es el periodista de estos nuevos tiempos.

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