A la tercera, con gradualidad
Una nueva dosis de refuerzo para fortalecer la inmunidad frente al coronavirus será siempre una vital e irrenunciable alternativa en la lucha contra la pandemia.
Con el éxito que hasta ahora ha tenido la campaña para inocular a la población, con la primera y segunda dosis, ha quedado demostrada la confianza de la ciudadanía en ese recurso biológico.
Y no es para menos, ante la realidad de un agresivo repunte de contagios y muertes que debilita nuestra capacidad de combate y nos hace más vulnerables en la medida en que nuevas variantes del coronavirus circulan entre las gentes.
El anuncio de que se aplicará una tercera dosis a los que ya agotaron la primera experiencia, al mes de la última inyección y con un biológico distinto, ha suscitado diversas conjeturas en la población.
Muchos apoyan la idea del refuerzo, otros les ponen peros mientras no se sientan convencidos de su utilidad.
A una parte le parece que hay un mensaje subyacente que pone en dudas la eficacia de la vacuna más utilizada, sobre la que se está haciendo un estudio profundo para determinar su real impacto.
El gobierno pudo esperar el resultado de ese estudio, avanzar más en la aplicación de las primeras dosis y completar el umbral de candidatos para la segunda, y luego entrar en un proceso de gradualidad con la tercera dosis, ofreciendo explicaciones y garantías a los ciudadanos sobre la pertinencia de hacerlo.
La vacunación masiva jamás puede ser un proceso desconectado de la aplicación estricta de las medidas de restricción y de prevención, que son complementarias en la estrategia de lucha contra la pandemia.
Siempre será preciso que el gobierno escuche a los científicos y expertos, sin importar sus disimiles enfoques, a la hora de impulsar iniciativas como la de la tercera dosis en un paréntesis de tiempo menor al que han aconsejado los fabricantes de las vacunas.