Opinión

Anti-teteo

Las francachelas callejeras, o teteo, han sido una de las causales del actual rebrote del Covid-19 en nuestra metrópolis.

En ellas no se respetan las más mínimas medidas de prevención ni de restricción.

Justificados como legítimas formas de escape y recreación del pueblo tras los períodos de cuarentena del año pasado, los “teteos” pasaron a convertirse en una especie de símbolo de libertad individual, en señal de retorno forzado a una “normalidad” ficticia y en irrazonable desafío al coronavirus.

Desalentar o prohibir esas francachelas, que ya constituyen un negocio lucrativo para los que venden bebidas alcohólicas, ha resultado tarea imposible para las autoridades, porque se han percibido más como amagos que como medidas firmes y contundentes.

Ahora entramos en otra fase de intento para sofocar el desenfreno festivo callejero, ante las abrumadoras evidencias de que el Covid sigue halando gentes a los cementerios y los hospitales, estos últimos abrumados por la demanda de centenares de contagiados diarios.

Con la prohibición del expendio y consumo de bebidas alcohólicas en espacios públicos y privados de uso público desde las 5:00 de la tarde a las 5:00 de la mañana, durante dos semanas, el gobierno pretende darle un frenazo al “teteo”, consciente del peligro que representa como fuente de transmisión del virus entre humanos.

No es una medida que agradará o que será respetada por los que han elevado el “teteo” a la categoría de democratización de la parranda.

Esta resistencia pondrá a prueba la capacidad del gobierno, y de la misma sociedad, para tumbarle el pulso a estos insensatos desenfrenos y quitarle al coronavirus terreno fértil para seguir contagiando y matando personas.

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