El oxígeno que se agota

“Estamos en una espiral desastrosa”. Así lo describió Pat Henderson, y no le faltaban razones para su amargura.

El ejecutivo de Quad/Graphic, una de las empresas norteamericanas dedicadas al negocio de imprenta y publicaciones, ponía el dedo en la llaga de un problema que cada día se va agravando.

El de la crisis de papel, que asedia desde hace más de cinco años el mundo de los periódicos, revistas y otras publicaciones y que ahora, con la pandemia del Covid, les está cortando progresivamente el oxígeno de vida.

Desde que se produjeron las alzas de precios de la tonelada de papel hace tres años, las mayores en una década, la oferta de esta materia prima ha ido decayendo en la medida en que desaparecen medios escritos o se reducen sus días de publicaciones.

Estos tres factores, baja producción, altos costos y extinción de publicaciones, ilustran el dilemático horizonte que se columbra para la prensa escrita, afectada también por los procesos de reconversión digital que, de alguna forma u otra, mitigan este preocupante derrotero.

Esta baja oferta y la carestía del insumo han obligado a muchos diarios a reducir sus formatos, su paginaje y sus frecuencias de publicaciones, lo que conlleva a su vez pérdidas de ingresos por publicidad, ventas al pregón y suscripciones.

Esta crisis los coloca, forzosamente, en una antesala de brumas de la que sólo se puede salir si se asume un modelo de negocio y un reenfoque hacia los contenidos de calidad y profundidad que les garanticen la sostenibilidad.

Naturalmente, mientras no nos falte el vital oxígeno que representa el papel, sin el cual no existirían los periódicos impresos.

Mientras capeamos la crisis, no debemos olvidar que el mejor aliado de la prensa escrita profesional es su condición de fuente indiscutible de veracidad y confiabilidad, la materia prima mayor demandada por una audiencia que busca lo cierto y lo creíble en una esfera de noticias atomizadas por las informaciones falsas o manipuladas.

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