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No hay tiempo que perder

Con la montaña de muertos que forman las víctimas de alcoholes adulterados, no podemos seguir demorando la imposición obligatoria del sello de seguridad que desde hace un año diseñó la Dirección General de Impuestos Internos para evitar, justamente, el comercio de ese tipo de bebidas.

El llamado “Sello rastreo” se coloca en las tapas de las botellas o envases de las bebidas auténticas, con medidas de seguridad para impedir su manipulación.

A través de él se certifica la validez legal del producto, su origen, su registro sanitario y el lote al cual pertenece la botella o envase y es, a la vez, prueba de que pagó los impuestos correspondientes.

Hasta ahora el sello ha sido parcialmente utilizado porque no se ha establecido su obligatoriedad, tanto para bebidas importadas como nacionales.

Pero lo peor de todo es que este sistema de calidad y de garantía fiscal existe desde hace 50 años y nunca se había impuesto su uso sistemáticamente. La nueva versión, más segura con las nuevas tecnologías del código QR, debe implantarse ya, sin más demoras.

Sería una de las formas de control efectivo y contención del mercadeo de bebidas alcohólicas adulteradas, que ha cobrado un ominoso auge en el país causando centenares de muertes desde hace un año, justamente en los periodos de la Semana Santa.

Junto con este sello, es preciso que la justicia, como ya hemos planteado, tipifique la elaboración, distribución y venta de esos venenos como un auténtico acto de homicidio y penalice a los culpables por ese crimen, no propiamente por el de la falsificación, que conlleva penas menores y no disuaden a los malvados.

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