Y volvimos a la “normalidad”

La capital de hoy, con sus trepidantes dinámicas de vida y movimiento, se parece mucho a la de la época pre-pandemia.

Las calles y avenidas están congestionadas día y noche por incesante tráfico, ya no existe toque de queda, ni sirve para nada la consigna de “Quédate en casa”, las mascarillas se usan a voluntad de algunos, y no por una imposición, y el llamado “distanciamiento físico” luce ahora un incómodo recuerdo del pasado.

Así, de golpe, hemos fabricado la percepción de un real regreso a la “normalidad” en la que han dejado de ser indispensables las molestosas restricciones que nos impuso un estado de emergencia que cada vez que lo prolongan se torna en pura ficción y otras precauciones que aconsejaban los epidemiólogos.

Bajo esta perspectiva, hemos bajado la guardia de las alertas y las prevenciones.

Y lo más curioso de todo es que, cuando muchos niegan la realidad y la ferocidad del coronavirus que gravita sobre todo el país, es cuando más ominoso se torna el porvenir inmediato.

Las experiencias de muchos países que se abrieron apresuradamente a la “normalidad” y que hoy ven sus hospitales colapsados por la cantidad de pacientes buscando oxígeno y remedios, pese a los altos niveles de vacunación de su población, deberían servirnos de espejo a los que aquí han hecho, de esa “normalidad”, una peligrosa ilusión óptica.

Pero tal vez eso sería demasiado pedir.