Semana Santa con los dedos cruzados
Se aproxima la Semana Santa y con ella se acrecientan los temores de que se desencadene un mayor número de contagios de coronavirus tras un relajamiento de las restricciones imperantes.
Se aproxima la Semana Santa y con ella se acrecientan los temores de que se desencadene un mayor número de contagios de coronavirus tras un relajamiento de las restricciones imperantes.
Los más preocupados frente a esta posibilidad son los médicos especialistas que, desde hace un año, están lidiando con la pandemia y conocen las fáciles maneras de que dispone el virus para atacar a los humanos.
Ellos han recomendado que no se desactiven las restricciones que prohíben los agrupamientos de personas sin mascarillas, en espacios abiertos o cerrados, bajo la indulgente premisa de que los ciudadanos se merecen un chance para “botar el golpe” del estrés pandémico.
Ahí, ciertamente, es que esta el peligro, pues todo el mundo sabe que aquí la Semana Santa es un tiempo que se asume, más que para un recogimiento espiritual, para dar rienda suelta a las francachelas.
Las francachelas suponen una ruptura con todo el formato de precauciones anti-Covid y conducen, irremediablemente, a descuidos que pueden resultar costosos para la salud y la vida no solo de los que están en gozadera, sino del resto de los ciudadanos.
Las advertencias de los médicos especialistas no son fruto de un capricho o de un excesivo celo sanitario. Es que ellos saben que al estar circulando nuevas variantes contagiosas y letales del SARS-Cov-2, los peligros son mayores.
Esa es la razón por la que muchos países que han avanzado más que el nuestro en la vacunación masiva de su población han decidido apelar a los confinamientos, parciales o severos, durante la Semana Santa, a modo de desalentar las violaciones al distanciamiento físico y otras precauciones esenciales.