La mejor arma es el miedo

Es hora de cambiar las reglas del juego frente a la delincuencia: a los vándalos hay que quitarles el monopolio de infundir miedo, te­rror y daños.

Y para eso la autoridad, primero, y la ciu­dadanía, en paralelo, deben unirse en la de­cisión de doblegar a los delincuentes neu­tralizándole su arma más efectiva que es el miedo.

El miedo mata o paraliza. Y los delincuen­tes, diestros en las artes de violentar todas formas de seguridad ciudadana, son los me­jores artífices en su aplicación.

Ahora lo que corresponde es que le meta­mos miedo con todo el poder de acción y de vigilancia de las autoridades, facilitando a los ciudadanos puntos de denuncias o botones de pánico en áreas vulnerables y neutralizan­do el principal medio que usan para sus asal­tos: las motocicletas.

Más del 80 por ciento de los asaltos calle­jeros se realizan desde motores, con una o dos parejas en ellos. Eso está réquete com­probado.

La primera acción debe ser limitarle el uso de esta facilidad y aniquilar sus resis­tencias.

La segunda, romper los maridajes de estos delincuentes con los policías, que impiden su localización y arresto.

Y la tercera, aplicarles fuertes penalidades en la justicia, tanto a los malandrines como a sus cómplices.

Es como aplicarle un manual de guerra. Sin buenas tácticas no se articula una buena es­trategia. En este caso, la autoridad tiene que tomar el control de la ofensiva, porque en la defensiva es que ha sufrido la ciudadanía este estado permanente e impune de inseguridad.

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