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Se impone una congelación de precios

Bajo el estado de emer­gencia que rige en el país a causa de la pan­demia del Covid, al­gunos derechos civiles elementales han tenido que ser res­tringidos por razones de fuerza ma­yor y de necesidad nacional.

Cabe, entonces, al amparo de este contexto excepcional, proceder a una inmediata congelación de los precios de algunos artículos básicos de la ca­nasta familiar, hoy atrapados en el círculo vicioso de la inflación.

Si de suma necesidad es la pro­tección de la salud, ante los ataques del coronavirus, así debe asumirse la prioridad de fijar topes máximos a ciertos precios, como parte de un con­junto de iniciativas para frenar la es­calada.

Es apremiante recurrir a todas las medidas que sean pertinentes para proteger la economía popular y, por vía de consecuencia, la paz social que podría quedar amenazada por estas alzas.

Factores externos, como los altos precios del petróleo que desencade­nan carestía de los combustibles lo­cales y la generación eléctrica, las subidas de los fletes del transpor­te aéreo y marítimo y las limitadas ofertas de materias primas o insu­mos para la agricultura y la indus­tria, son los causantes principales de esta situación.

El gobierno del presidente Luis Abinader ha tomado, dentro de las estrecheces propias en que encontró el país, una serie de medidas para estimular la producción y proteger el comercio, también con carácter excepcional.

Tales son los préstamos a tasa ce­ro para la producción de alimentos, incentivos a las pequeñas y media­nas empresas, excluyéndolas de los pagos de anticipos, subsidios a pro­ductores y programas populares de ventas de alimentos a bajos precios.

Una política temporal de límites o congelación de precios, similar a la que se está aplicando en Argen­tina y otros países bajo el estado de emergencia, no resiste más demoras en imponerse.

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