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En la cuerda floja

Luchar contra el Covid y mantener a flote la economía, en la búsqueda de un balance, es uno de los malabaris­mos más difíciles que tiene el gobier­no en estos momentos.

Cada paso que dé sobre la cuerda, sea para defender la economía de un descalabro ma­yor o para evitar el colapso del sistema de sa­lud, requiere de la mayor destreza.

Abrir mucho la economía, permitiendo la ope­ración de todo tipo de negocios que atraen a mi­llares de personas, equivale a mantener activa la maquinaria de la producción, el empleo y el be­neficio.

Pero se le dificultaría sortear con éxito el riesgo más relevante de esa apertura: el de la propaga­ción del virus, que incapacita o mata a producto­res, trabajadores, compradores y, en fin, a cual­quiera que sea sujeto esencial en la economía.

Ningún gobierno tiene la magia de caminar por esa cuerda floja en seguro equilibrio, como lo saben ha­cer los malabaristas de circo, porque las dos reglas básicas del intento, el confinamiento y el distancia­miento físico, no agradan a la ciudadanía.

Entramos en un círculo vicioso: sin confinamien­to el rebaño se mueve en las calles, haciendo im­practicable el distanciamiento, aunque favorezca la dinámica económica.

Pero sin ambos, mutuamente aplicados, no hay garantías de frenar la espiral de los contagios, de desolar y desinfectar los ambientes y de crear una barra protectora de la salud, poniendo a los ciudadanos fuera del alcance del virus, que ahora está en plena zafra.

Gobierno y sociedad tienen que apoyarse re­cíprocamente a la hora de emprender los ma­labares que podrían ayudar a dar más vida a la economía y al ciudadano, evitando pisar en falso con estrategias no consensuadas o con­tradictorias.

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