EDITORIAL
¿Valió la pena dividir la capital?
Esta es una pregunta pertinente, a la luz de los cuestionados desempeños de sus alcaldías a veinte años de producirse la división territorial de que fue objeto la capital dominicana.
Con esa partición se buscaba descentralizar los servicios, acercar las autoridades a la población y provocar un cambio positivo y significativo de la calidad de vida de los capitaleños, pero aun estemos muy lejos de cosechar esos éxitos.
Comprobado está que se ha multiplicado la burocracia y la empleomanía con una parafernalia que cuesta gravosamente a los contribuyentes.
El alto precio de mantener ese aparato administrativo no se compadece con la persistencia de los mismos problemas: basura, taponamientos en las vías, hoyos en las calles, cañadas sucias y desorden en todos los espacios públicos.
Llegó el momento de que los nuevos alcaldes y sus concejos de regidores hagan un alto en su rutina y se planteen resolver, paso a paso, algunos de esos problemas para que los contribuyentes se sientan, aunque sea mínimamente, compensados con el desmadre de la ciudad.
Los cuatro ayuntamientos que integran el Gran Santo Domingo –más el de Los Alcarrizos y Boca Chica que son satélites muy conectados a la ciudad– debían entrar en una sana competencia para ver cuál de ellos limpia mejor su territorio y cubre de árboles los espacios públicos que ahora usurpan con paradas los transportistas.
Además, las autoridades municipales deben desplegar sus energías y sus recursos para hacer respetar las reglas en el uso de las vías públicas, eliminar talleres en aceras, cegar hoyos y mantener un orden mínimo para que quien use las calles, sienta orgullo y placidez por vivir en una ciudad amigable.
Es inadmisible que alcaldes y concejales se queden en la rutina de administrar fondos, contratar personal supernumerario, mientras persisten los mismos problemas que afrontaba la autoridad municipal, cuando solo existía el Ayuntamiento del Distrito Nacional.