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EDITORIAL

Una capital partida en cuatro

Diecinueve años después de fragmentar la capital en cuatro demarcaciones con gobiernos municipales autónomos, no hay señales de que ese parto haya sido tan venturoso como se esperaba.

Lo real es que el reparto del pastel territorial ha devenido en la creación de una gruesa burocracia que, con millonarios presupuestos bajo su manejo, sigue siendo incapaz de resolver mínimamente los más acuciantes problemas de la metrópolis.

Lo que antes era responsabilidad de una alcaldía con su sala capitular, quedó diseminada en cuatro, con sus propias salas de regidores, personal supernumerario, equipos y jeepetas, pese a semejante estructura, los problemas humanos y urbanos siguen intactos.

Una serie de reportajes del LISTÍN DIARIO sobre el estado general actual de estas demarcaciones muestra el deterioro de calles y avenidas, la deficiencia de servicios municipales básicos, el incumplimiento de normas sobre uso de suelo y el insoluble problema de la recogida y disposición de la basura.

Esos traumas se presentían, pero existía la esperanza de que con el paso del tiempo, las cuatro piezas del tablero metropolitano encajarían y facilitarían un esfuerzo concentrado, a cuatro frentes, para encarar los desafíos del crecimiento poblacional y urbanístico.

Como cada demarcación ha quedado, indistintamente, en manos de alcaldes de diferentes partidos, no han sido muy felices los intentos por afrontar, en consenso, los problemas que les son comunes.

Lo que luce es que esta urbe fue bifurcada para complacer las apetencias de los políticos, no para dar respuestas a las necesidades de la comunidad que, para todos los fines prácticos, se identifica como capitaleña en su carta de identidad o de pertenencia espacial.

La cirugía cumplió con la división de las partes, mas no con la sincronización entre ellas para atender los múltiples síntomas de una metrópolis cada vez más enferma.

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