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¿Cárcel o huacal?

Las cárceles preventivas son, en los hechos, huacales de ce­mento para almacenar pre­sos.

En los limitados espacios de las celdas están amontonando hasta el triple de personas que razonablemente caben en ellas, tirados en el suelo, semidesnudos y desprovistos de servicios sanitarios.

Ahora que gravita una epidemia de Covid, este hacinamiento se convier­te en una bomba de tiempo ya que los presos carecen de mascarillas y no pueden guardar distanciamiento físico.

Mantenerlos reburujados va a contra­corriente de todas las recomendaciones que han hecho las autoridades para pro­teger la salud y la vida de los ciudadanos.

Aunque se trata de personas detenidas por distintos delitos que están aguardando juicio en los tribunales, no hay pretexto ni argumento para condenarlos, de antema­no, a estas inhumanas penurias, ni mucho menos a exponerlos al contagio del Covid o cualquier otro virus o bacteria.

Lo que está ocurriendo en la preven­tiva de Higüey, llamada una vez “ce­menterio de hombres vivos”, es la mis­ma que en el resto. Las autoridades, que han delineado una reforma penitencia­ria, conocen la situación y tienen las respuestas.

Pero faltan los recursos necesarios pa­ra alcanzar un óptimo nivel de humani­zación de las cárceles, aunque sobran las buenas ideas e intenciones para lo­grar ese objetivo.

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