Las nodrizas de la corrupción
En las esferas del Estado hay engranajes muy funcionales que operan como nodrizas de la corrupción y que son fuentes de beneficios para funcionarios, empleados y allegados.
Hay formas secretas y públicas. Entre las primeras y muy generalizadas están las “coimas” que se exigen para acelerar trámites que envuelven recursos financieros o humanos.
Y entre las últimas, las prácticas de adulteración de declaraciones juradas de patrimonio, de impuestos o de gastos presupuestarios, procurando legitimar bienes y ganancias de sospechosos sesgos.
Ambos ejemplos han salido a relucir en estos días como puntas del iceberg de la corrupción administrativa.
Un funcionario que da curso a los nombramientos de personal en Salud Publica aparece implicado en el pago de sobornos para formalizar los empleos, una práctica que se dice viene de viejo y que también está arraigada en otras dependencias oficiales.
A menudo surgen murmuraciones de “compras” de ascensos, rangos o destinos de servicios entre militares y policías; pagos para agilizar o retardar expedientes, para aprobar, modificar o tumbar leyes y , así, para un sinfín de truchimanerías que manan de la ubre del cohecho.
La antítesis de la corrupción es la transparencia.
Como esta es una de las promesas solemnes del actual gobierno, la sociedad debe exigir que se den ejemplos de transparencia y justicia, desempolvando y juzgando los expedientes de corrupción que, por los siglos de los siglos, han formado una montaña de la impunidad en la PEPCA.
El día que eso ocurra se podrá decir que la corrupción está siendo real y efectivamente enfrentada. Ese es el gran reto del gobierno. Si lo logra, como lo pide y desea la sociedad, será una de sus grandes proezas en pro de la institucionalidad y la transparencia, dos de nuestras grandes flaquezas nacionales.