Opinión

Los colegios privados de los pobres

No todos los colegios privados son exclusivos para familias de clase media y alta.

Los hay también para los que están por debajo de esas categorías, pero ope­ran con las mismas precariedades que adole­cían antes algunas escuelas públicas.

En el esquema de la educación virtual, para el que están dotados de equipos tecnológicos y maestros con cierta capacitación, los colegios de los pobres están en la cola.

Pero en ellos estudian, con todas esas preca­riedades, miles de niños que también merecen acceder a las facilidades que aseguran la ense­ñanza virtual.

El Gobierno debería pensar en ellos y deci­dir un trato especial o excepcional a docentes y alumnos para que también puedan engan­charse en el tren de la innovación digital y no queden excluidos ni del nuevo esquema ni de la oportunidad de aprender más.

También hay que pensar en la comunidad de niños autistas o que ameritan de educación especial, proveyéndoles un programa de cla­ses presenciales tres horas por día, dos o tres veces a la semana, observando rigurosamente las reglas de protección contra el coronavirus.

Sabemos que el Gobierno está haciendo un esfuerzo mayúsculo para garantizar la ense­ñanza y el aprendizaje de todos los escolares por medio de dispositivos audiovisuales y que faltan todavía algunos ajustes para que el sis­tema logre sus objetivos.

La sociedad entera tiene que cooperar para que salgamos airosos de este desafío.

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