La ansiedad por la prueba
Las escenas parten el alma. La búsqueda angustiosa de pruebas diagnósticas ha empujado a centenares de ciudadanos a ir tras ellas, arremolinándose en las puertas de hospitales y laboratorios.
Es una lucha de vida o muerte ante el dilema de saber si están contagiados o no del coronavirus, la pandemia asesina que ya se ha cobrado más de mil muertes en el país.
La gente no toma en cuenta la orden del distanciamiento físico y en muchos casos han olvidado cubrirse boca y nariz, dos vías por las que gusta colarse el microbio asesino. Solo por esos descuidos el virus puede atrapar a sus víctimas.
La frustración los desalienta cuando no pueden acceder a las pruebas, tanto las rápidas como las más asertivas, llamadas de PCR, ya que sencillamente estas no se encuentran disponibles en cantidades suficientes para complacer la demanda.
Hay una psicosis de la prueba.
Hay personas que quieren confirmar si han sido contagiadas, para someterse a los tratamientos de rigor, y hay otras que, sabiéndolo, se rehúsan a entrar en aislamientos, hospitalarios o domiciliarios, para no descubrirse como infectados.
La psicosis de la prueba, por un lado, y el afán y la angustia por conseguir camas para enfermos graves, configuran uno de los dramas humanos más sobrecogedores que acompañan el paso devastador del coronavirus en nuestro país.