Mil muertos
Mil vidas se ha cobrado ya el coronavirus y no pararemos de contarlas por centenas, en el futuro inmediato, si la ciudadanía no toma en serio la obligatoriedad de protegerse.
Ya no es un asunto de someternos a las restricciones propias de un estado de emergencia, sino de poner cada uno de su parte en el compromiso de cumplir las reglas elementales de la prevención.
Ninguna de ellas es imposible, costosa o difícil.
Mantener un distanciamiento físico entre personas, andar con mascarillas en lugares abiertos y cerrados, lavarse las manos con jabón frecuentemente… ¿qué tan caro o improbable puede ser para salvar nuestras propias vidas?
En la pasada experiencia de los confinamientos temporales por el toque de queda y las restricciones a las aglomeraciones, el relajamiento de esas medidas devino en esta horripilante carga de muertes y contagios.
Hoy, casi 54,000 dominicanos se encuentran agarrados por los síntomas del coronavirus enfrentándose a la incertidumbre de si podrán recibir los tratamientos adecuados y la oportunidad de una hospitalización. O si también engrosarán a la enorme lista de los que ya se fueron.
La obligación de proteger vidas es personal, individual. Mientras podamos protegerla, protegeremos también a los demás.
Solo nosotros podemos romper las cadenas del contagio. Tomemos en serio la decisión de salvarnos. La emergencia no es la panacea. Somos nosotros.