El precio de la desescalada
La desescalada le quitó sentido al confinamiento y al distanciamiento social al crear la sensación de que la “normalidad” ya había llegado.
Ahora resultará más difícil que, emancipada del yugo de las restricciones, la gente quiera seguir viviendo bajo el estado de emergencia.
Ni siquiera en los momentos más críticos de la propagación del coronavirus la mayoría se sometió a las reglas preventivas, poniendo en entredicho la autoridad del gobierno para hacerlas respetar en aras de la defensa de la vida.
Y la abierta participación de propagandistas políticos oficialistas en horarios del toque de queda también le quitó formalidad y respeto al confinamiento.
La gente se dio cuenta de que esta regla esencial solo valía para unos, no para otros. Y por eso se convirtió en una cotidiana fuente de conflictos entre ciudadanos y la Policía.
Ahora que el presidente Danilo Medina ha propuesto de nuevo extender el estado de emergencia por 17 días, justo en un periodo de creciente impacto del coronavirus, el ánimo de la población no parece enfocado en esa prioridad.
Esa actitud es una parte del precio, todavía no calculado, que pagaremos por la desescalada.
Le dimos de alta al paciente del estado de emergencia sin que este estuviera totalmente sano.