REFLEXIONES DEL DIRECTOR

A pecho abierto

Hay dos valores innatos en un periodista de verdad: su valor para denunciar o criticar a los poderes y su falta de miedo ante los peligros, cual que sea su naturaleza.

Durante la pandemia del Covid-19, por ejemplo, los reporteros estado en calles desiertas, en salas hospitalarias o en aglomeraciones humanas buscando noticias a todo riesgo.

Y en distintas ciudades de América Latína han debido enfrentarse a restricciones para cumplir su labor, a la prisión momentánea y también han sido víctimas, por lo menos 143 de ellos, del mortal coronavirus.

Igualmente han estado en medio de las revueltas, pacíficas y violentas, que se desataron en varias ciudades de Estados Unidos y del mundo tras el brutal asesinato del afroamericano George Floyd.

En este marco, padecieron de distintos modos unos 279 episodios de violadores a su derecho de informar, como la ruptura o confiscación de sus equipos de trabajo, más de 70 agresiones físicas, 45 detenciones arbitrarias, más de 65 heridos con balas de goma y otros proyectiles.

Ha sido un periodo corto y terrible para la libertad de expresión, que también se ha caracterizado por el fuerte sacudion que la cuarentena ha producido en el modelo tradicional del negocio periodístico.

Periódicos impresos que han suspendido temporal o definitivamente sus ediciones en físico y han migrado a la digitalización, al combinarse el factor de restricciones a la circulación y, consiguientemente, a la drástica caída de los ingresos de publicidad.

No obstante esta densa atmósfera de dificultades, la prensa independiente y comprometida con la verdad sigue mostrando a pecho abierto su inconmensurable valor para no doblegarse ni morir. Sea por balas o por todas las cargas vitales y negativas del Covid-19.

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