La reapertura de la economía
Al reanudarse ayer, de manera escalonada, las actividades motoras de la economía nacional, son muchas las expectativas que este experimento de “convivir” con el coronavirus genera en la sociedad.
La mayor de esas expectativas es la de si podremos frenar la epidemia y desenfrenar la economía, a fin que esta pueda avanzar en la recuperación tras el enorme daño causado por más de dos meses de parálisis.
La otra es si de verdad podremos salir a flote, en términos de reactivación económica, mientras prevalezcan comportamientos ciudadanos que lejos de ayudar a contener la propagación del virus, lo propician.
Téngase claro que el éxito de la estrategia dependerá, además, de eventualidades que todavía no están bajo control. Como, por ejemplo, un rebrote brutal de la pandemia que obligue a dar marcha atrás al plan de normalización, como ha ocurrido en otros países que creían haber superado la fase más peligrosa.
En este contexto de probabilidades, no puede darse por seguro que el objetivo fundamental de la recuperación económica se logre en este mismo año, marcado ya por una recesión mundial, sino para el 2021, si la suerte nos acompaña.
Con la imposibilidad de recuperar los rangos del turismo, las exportaciones de manufacturas y productos agropecuarios, así como otros sectores que hicieron posible el sostenido nivel de crecimiento más alto del Caribe, a lo sumo podemos aspirar a fortalecer una economía de subsistencia.
Una que consiste en dirigir la mayor apuesta de las inversiones y los financiamientos hacia el sector agropecuario, fuente de nuestra seguridad alimentaria y de materias de exportación, así como en el fortalecimiento del sector de la salud, para aspirar a una sociedad sana y capaz de crear riqueza nacional.
De momento no podemos dar por sentada que esta fase de reapertura es irreversible y que la “normalidad” llegará pronto en un contexto de recesión mundial que nos impactará fuerte, no se sabe hasta cuándo.