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Reflexiones del Director

La extraña magia de publicar un periódico

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Miguel FranjulSanto Domingo, RD

A principios de los setenta, el Listín contrató a un consultor de The New York Times para que nos enseñara cómo cerrar a tiempo la edición de un día, de forma tal que pudiéramos ganar la calle más temprano que la competencia. Para entonces, el diario solía cerrar al filo de la medianoche, y queríamos asumir algunos métodos de flujo del NYT para levantar la hora de salida, aunque fuese sacrificando la publicación de algunos resultados de los juegos de las Grandes Ligas. Después de una semana de reuniones y análisis con los distintos responsables de las áreas de redacción, publicidad, fotomecánica, imprenta y distribución, el consultor concluyó su trabajo sin escribir o emitir ninguna recomendación. “En realidad, no sé qué magia hacen ustedes para salir a la hora en que lo están haciendo. En el Times no podríamos hacerlo bajo estas condiciones; terminaríamos de madrugada. Así que, honestamente, no tengo recetas para ustedes. Sigan como van”. Para entonces, el Listín se elaboraba en un 60 o el 70 por ciento manual. Las noticias se escribían a maquinilla, se corregían con bolígrafo, se titulaban en unos trozos de papel y se enviaban a composición con máquinas eléctricas. Las galeras, formateadas a una o dos columnas, se recortaban con tijeras en sus márgenes, se les aplicaba un pegamento y se fijaban a unas páginas del mismo tamaño standard del periódico. Si las galeras tenían errores ortográficos, el corrector usaba una fina cuchilla para extraer la palabra o la oración defectuosa. Cubría el hueco con una cinta pegante trasparente y encima le colocaba el texto correspondiente. Ese mismo hueco se hacía con las imágenes o gráficas para que más tarde, en fotomecánica, se las insertaran. Una vez terminado el “paste-up” de las páginas, estas eran fotografiadas en una cámara gigante. Se procesaba el negativo. Se “quemaba” la foto de esa página en una plancha de aluminio fino y esta se insertaba en uno de los rolos de la rotativa. ¡Y a imprimir! Era un periódico más artesanal que tecnológico, distinto al actual. Pero si alguien de la calle entra ahora a la Redacción del Listín y recibe mañana la edición del día, tampoco sabría, como le pasó al experto consultor de The New York Times, con cuál magia lo logramos. Les prometo contarle cómo, en las próximas Reflexiones.

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