La capital, epicentro del coronavirus
Con más de cuatro millones de habitantes, en su gran mayoría hacinados, la capital es el más peligroso de los cinco focos en los que el coronavirus muestra su mayor ebullición y fuerza de contagio.
Por lo tanto, no hay tiempo que perder para someterlo a las más estrictas medidas de contención, como ocurrió con el foco San Francisco de Macorís que, tras una decisiva intervención, ha comenzado a registrar progresos.
El Gran Santo Domingo, con sus municipios y el Distrito Nacional, es el que más casos acumulados de contagio presenta con cerca de 3,700 y 102 muertes, promediando las mayores tasas de personas infectadas.
El escenario se torna más vulnerable si consideramos sus agudos y agravados problemas de insalubridad y ahora profundizados por los efectos de la humareda del incendiado vertedero de Duquesa, que desata el peligro de una crisis respiratoria, aún entre los que cumplen el confinamiento.
Esto significa que es momento de que el Gobierno, con sus organismos de Salud Pública, Fuerzas Armadas y Defensa Civil, así como las alcaldías, clubes comunitarios y la población, en sentido general, alisten armas para combatir la pandemia.
Hay que proceder a un riguroso cerco sanitario, restringiendo las entradas y salidas, apretando los controles del distanciamiento social y, si es preciso e inevitable, aumentar el horario de toque de queda en esta jurisdicción, por el tiempo razonable que se tome el combate.
Vale emprender un vasto operativo de desinfección de barriadas, centros clínicos y hospitalarios y otros establecimientos a los que están acudiendo, violando las normas de distanciamiento social, miles de personas cada día.
En paralelo, hay que aplicar igual estrategia, pero en clave preventiva, en aquellas provincias fronterizas que todavía se mantienen en bajo perfil para evitar que el coronavirus cause en ellas semejantes estragos a los que ha producido en Santiago, La Vega, Puerto Plata y la provincia Duarte.