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No podemos torcer el rumbo

Bajo la premisa de que todavía lo peor no ha pasado en América Latina, co­mo francamente lo acaba de advertir la Organización Mundial de la Salud, no resulta prudente aflojar las medidas restrictivas que el gobierno ha ido imponiendo esca­lonadamente para contener la expansión del coro­navirus en el país.

Falta llegar a nuevas fases en este proceso y por eso luce correcta la determinación del presidente Danilo Medina, ratificada ayer, de no apresurar una vuelta a la normalidad de la vida sin haber aplanado la curva de ascenso del contagio.

Hasta ahora los mayores focos de la pandemia han sido, desafortunadamente, las provincias que generan la riqueza nacional, es decir, las principales fuentes de la producción agropecuaria, industrial, minera y turística.

Lo que estamos perdiendo y lo que falta por perder es irreversible. Es el inesperado y devasta­dor costo que vamos a pagar por el ataque bestial de una pandemia que ha desajustado la economía mundial, colocándonos a las puertas de una rece­sión.

Proteger la salud y la vida de los conglomerados humanos de esas provincias pilares de nuestra eco­nomía es el reto crucial en estos momentos.

Pretender reabrir gradualmente esas actividades productivas no es una apuesta inteligente mientras el virus siga propagándose a una velocidad mayor que la de su mitigación. Esa es la terrible encruci­jada.

“Es un riesgo levantar esas medidas (las restric­ciones). La misión del gobierno es llegar al límite de aplanar la curva del virus”, ha dicho el Presiden­te, subrayando la aconsejable postura de mantener o aumentar tales restricciones hasta que llegue la oportunidad de emprender el retorno a la norma­lidad.

Para alcanzarla no hay actos de magia. Es preciso que la ciudadanía sea consciente de que la responsabilidad de cuidar la vida es propia de ella. Con medidas de excepción y con todas sus estructuras y capacidades, el gobierno está para ayudar a proteger la integridad de los ciu­dadanos.

Guste o no guste a la gente el someterse a este abrupto estado de confinamiento o inmovilización, lo cierto es que no hay otras alternativas para el res­guardo y para neutralizar el avance de los conta­gios. Y el gobierno luce que lo ha comprendido así y no está dispuesto a torcer el rumbo en estos precisos momentos.

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