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EDITORIAL

Cuidado... ¡Mucho cuidado!

No solo es un analgésico fuerte, barato y bueno para calmar los dolores severos del organismo, sino que también actúa como una droga adictiva que, en uso sistemático o sobredosis, puede llevar a la muerte.

Se trata del fármaco Tramadol, sobre cuyos efectos devastadores en la salud humana han comenzado a ser puestos en evidencia por los expertos de la Organización Mundial de la Salud, quienes recomiendan una más estricta regulación de su uso.

En los hospitales públicos este suele ser un medicamento de uso sistemático, por lo barato y por lo eficaz que es curando fuertes dolores. Se vende libremente en el país, sin necesidad de recetas médicas.

Pero, como narcótico al fin, el Tramadol puede causar efectos enervantes en el sistema nervioso o, a la inversa, convertir a sus usuarios adictos en una especie de súper hombres, capaces de todo, tanto así que el hallazgo de numerosas pastillas en los bolsillos de los terroristas del Estado Islámico y del grupo africano Boko Haram, disparó las alarmas sobre su venta y uso sin control.

Un adicto llegó a decir que tomaba hasta 15 pastillas diarias de Tramadol y no sentía hambre ni necesidad de comer. Imagínese el poderoso impacto que tal confesión puede tener en personas que, pasando por la misma experiencia, pudieran elegir el Tramadol como un paliativo, un escape a sus crisis, no propiamente como un calmante.

Por el hecho de que muchos de los libres consumidores de Tramadol no llegan a medir las consecuencias devastadoras que puede tener si se mezcla con alcohol u otras sustancias.

En vista de que ha comenzado a cundir en el mundo la alarma por estas consecuencias, es un deber ineludible de las autoridades de salud de nuestro país orientar al público y disponer, si así lo aconsejan las circunstancias, las más apropiadas regulaciones para su venta y uso.

Y la misma cautela o sentido de la prevención debe asumirse con otros opiáceos que están a disposición del público y que, al igual que el Tramadol, son estupefacientes que provocan distintos efectos secundarios, inclusive la muerte.

En un país en el que la fabricación ilegal, adulteración, contrabando o venta de fármacos falsos es real, y de altas dimensiones, el control regulatorio de estas sustancias se hace todavía más imperativo, implicando el establecimiento de normas para impedir su elaboración y tráfico ilegal.

En lo que llegan estas medidas, solo nos resta aconsejar “cuidado, mucho cuidado”, como dice la canción del finado vocalista mexicano José José.

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