Los mitómanos en su laberinto

En política, como en muchas otras actividades humanas, abundan los mitómanos, es decir, aquellos que mienten ocasional o constantemente para ocultar verdades o para crear falsas realidades.

El ejercicio de la manipulación de la verdad se ha hecho tan normal que varios periódicos y medios digitales de distintas partes del mundo han creado equipos especializados y softwares para detectar esas falsedades.

A veces la mentira no está destinada únicamente a encubrir una verdad, sino a magnificar resultados inventados o truqueados para hacer creer al público que un gobierno, una institución o un personaje están cumpliendo con sus deberes y promesas más allá de lo previsto.

En las campañas electorales, la mentira forma siempre parte de las estratagemas de los confrontados para inducir al engaño o al error, con la agravante de que suelen ser creídas por muchos tontos.

Así como la mayoría de los acusados de delitos miente, compulsivamente, para no aceptar que fue culpable, y hasta se atreven a jurarlo frente al crucifijo de un tribunal, así hay autoridades que esconden datos, fabrican historias o adrede difunden versiones para exculparse de sus impericias o meteduras de pata.

Y lo más grave no sería la mentira en sí misma, porque tarde o temprano quedaría desvelada como tal, lo nefasto es el uso de esa mentira para enjuiciar y condenar a ciudadanos que discrepan del poder, o como arma para desgraciarle la vida a un competidor, a un adversario o a uno que se negó a transigir con peajes a las extorsiones de algunas autoridades.

En la guerra psicológica, la mentira o el recurso engañoso es muy usado para confundir o distraer al ejército enemigo.

Que se use también en la lucha contra el narcotráfico no es de extrañar, tanto si es para desorientar a los narcos que son perseguidos o, en sentido inverso, para que las autoridades se engañen a sí mismas asumiendo como propios los éxitos ajenos.

Muchos de estos ejemplos han quedado patentizados a lo largo del operativo de “búsqueda” del elusivo capo César El Abusador, atrapado en Colombia, mientras aquí se desplegaban amplias movilizaciones militares tras las supuestas pistas seguras de su paradero, bajo la impresión de que seguía ocultándose aquí.

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