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EDITORIAL

La “muerte dulce” que ronda en nuestras calles

Este país no puede seguir pasivo ni indiferente ante el persistente peligro que representa la alta emisión de dióxido de carbono proveniente de vehículos del concho, camiones y patanas viejas que transitan por nuestras calles.

Los serios defectos de combustión de sus motores, desvencijados por el tiempo, son los causantes de un 20 por ciento de las emisiones de gases nocivos para la salud y para el medio ambiente.

Este sector y el de la generación eléctrica en base a combustibles fósiles constituyen las dos fuentes principales de emisión de los llamados gases de efecto invernadero, culpables del daño al clima mundial.

Esta realidad, que atenta contra la salud humana ya que produce enfermedades pulmonares y trastornos en el corazón y los vasos sanguíneos, que lentamente conducen a la llamada “muerte dulce”, ha sido comprobada y documentada por numerosos estudios del Consejo Nacional para el Cambio Climático.

No obstante la falta de acción sistemática de entes fundamentales del Estado y del sector privado, vale decir de toda la sociedad, ha permitido que estos males se agraven y constituyan al paso de los años verdaderas bombas de tiempo para la vida sana.

Es hora ya de ir sacando de circulación los millares de vehículos de motor que son pura chatarra ambulante, algo que está consignado en un plan de largo plazo. Se necesita apresurar el paso antes de que sea más caro atender a ciudadanos enfermos o proteger hogares envenenados por los gases que emiten estos carros y camiones viejos.

En paralelo, hay que estimular el uso de vehículos eléctricos o combustibles menos contaminantes, en el caso del transporte, y promover la producción de energía limpia con fuentes renovables, como el sol, el agua y el viento.

Del mismo modo, hay que aplicar con rigor las normas que obligan a las grandes industrias a colocar filtros en sus chimeneas o torretas por las que salen a la atmósfera partículas que contaminan el aire. En esta materia, los controles han sido más eficaces que en el caso del transporte y la energía.

Tarde o temprano, estos problemas serán los más desafiantes para la subsistencia de los dominicanos. Y si lo sabemos, ¿por qué no actuar ya?

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