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Apertrechémonos bien

La situación de Haití, paralizado por violentas protestas callejeras, una aguda crisis de abastecimiento de combustibles y un gobierno asediado y débil, representa un nuevo desafío para nuestra seguridad interna.

Se ve venir, ya, un desenlace en la prolongada confrontación que han mantenido el gobierno y los grupos populares que se le oponen y que ha tenido un saldo sangriento y una alta cuota de pérdidas para la economía.

El gobierno de Jovenel Moïse, cercado desde hace meses por una sostenida presión de sus opositores para que renuncie, se está quedando sin oxígeno y sin fuerzas para resistir esta embestida.

Hasta los miembros de la Policía, que no tienen garantías del cobro puntual de sus salarios, salieron ayer a las calles a exigir que mejoren sus condiciones laborales y se les ofrezca seguridad social, quebrándole así al gobierno un importante flanco de apoyo en su desesperada lucha por mantenerse en el poder.

En vista del agudo desabastecimiento de combustible, que amenaza con dejar al país sin energía, más el descalabro del comercio y la escasez de alimentos, no hay muchas esperanzas para una salida pacífica a la crisis.

Con los hospitales carentes de medicinas e insumos para atender cirugías, con las clases paralizadas desde septiembre, con el transporte trastornado por las huelgas y los bloqueos de carreteras, Haití profundiza su condición de Estado fallido.

Las fuerzas armadas dominicanas han reforzado, más que en cualquier otro momento, la línea fronteriza, previendo que el estallido de nuevos episodios de violencia esta semana, o el agravamiento de la escasez de comida y de gasolina, estimule la huida de haitianos hacia nuestro territorio.

Tenemos que apertrecharnos bien, no solo para organizar una estrategia de contención de estampidas de humanos en situación desesperada, sino para evitar que la onda de las protestas callejeras que arropa a ciudades haitianas de la zona fronteriza, desborde nuestros linderos y se extienda hasta aquí.

Las crisis precedentes que, durante años, han ocurrido en Haití, siempre han tenido repercusiones en la vida dominicana, porque cuando no son los gobernantes los que huyen hacia nuestro país, son los ciudadanos, por millares, los que buscan aquí una mejor esperanza de vida, al precio que sea.

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