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El estropicio de la barbería

Han sido muy recurrentes, y en muchos casos creíbles, las denuncias de que agentes antidrogas colocan paquetes de sustancias prohibidas a personas sospechosas de consumo o tráfico de estupefacientes, para justificar su apresamiento y sometimiento a la justicia.

Un nuevo escándalo sobre esta práctica ha salido a relucir tras la difusión por redes sociales del video de un allanamiento de agentes de la Dirección Nacional de Control de Drogas en una barbería de Villa Vásquez, en el que se evidencia un acto premeditado de implantación de droga como “prueba” del delito.

Tras la repulsa ciudadana a ese malintencionado y bochornoso comportamiento, tanto los agentes actuantes como la fiscal que les acompañaba, han quedado bajo investigación del ministerio público y de la propia DNCD.

Lo que la ciudadanía espera ahora es que la investigación del episodio llegue, como ha pedido la vicepresidenta de la República, Margarita Cedeño de Fernández, hasta las últimas consecuencias.

Tiene que ser así, porque ahora lo que está en entredicho es la credibilidad de los actos y la imagen del organismo clave de la lucha antidrogas, tan indispensable y vital para el combate de este flagelo y la correcta prevención de sus delitos y daños conexos.

Si la responsabilidad de los agentes y de la fiscal resulta comprometida en una burda conspiración para implicar en el consumo o tráfico de drogas al propietario o los clientes de la barbería, lo correcto es sancionarlos ejemplarmente según lo que disponen las leyes.

Hay que mandar de inmediato una clara y enérgica señal de que este tipo de maniobras no puede ni debe ser propiciada o consentida como parte de las líneas tácticas en la lucha antidrogas.

El estropicio de la barbería es una muestra de hasta dónde el rol de la DNCD puede quedar desacreditado y deslegitimado por semejantes y perversas maquinaciones.

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