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Aquí nadie está a salvo

La estela de atracos y asesinatos que descalabran, día a día, el estado de la seguridad ciudadana, ha tocado los linderos de la familia presidencial, con un violento ataque que dejó mal herido al oficial superior que custodia la residencia de los padres de la primera dama.

Siguiendo su clásico patrón de acechar y atacar por sorpresa, a sangre fría, los tres asaltantes, entre ellos una mujer, dejaron mal herido, con ocho balazos en el cuerpo, al mayor policial Domingo García Sigilio, a quien le llevaron su pistola.

Esta sola afrenta dice mucho de la capacidad que han desarrollado los delincuentes para ofender, atacar y matar a los representantes de la autoridad, y para cometer sus desmanes a cualquier hora del día y en cualquier sitio, no importa si hay cámaras de seguridad o vigilancia de agentes policiales.

Este episodio, que se hace más relevante porque tocó de cerca a un escolta de la familia de la primera dama, Cándida Montilla de Medina, pone de manifiesto el atrevido talante de los delincuentes, que no temen a nada, ni siquiera a la justicia.

Si no le temen a la autoridad, ya que muchas veces entra en maridaje con ellos, mucho menos a la justicia, donde la falta de castigo con penas severas es el mejor incentivo para delinquir.

Como resultado de este bochornoso estado de cosas, el crimen y la delincuencia le han quitado el sosiego, la tranquilidad y la confianza a la ciudadania, obligándola a vivir en medio de sustos y desalientos.

Es triste que el país se haya ido tornando inseguro e invivible.

Por más recursos que se han invertido en personal y tecnología de los organismos de seguridad nacional y ciudadana, la vulnerabilidad de la vida de los ciudadanos es ahora mayor que en otros tiempos.

Hace un par de años, el presidente del Tribunal Constitucional propuso una cumbre para decidir bajo cuáles nuevas formas hay que combatir este flagelo, pero nadie se ha ocupado de darle calor a la iniciativa.

Parece que ya nos rendimos ante el crimen y estamos a merced de sus más siniestras aberraciones.

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