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EDITORIAL

El peligro nos acecha

Con su aparato productivo paralizado, con un gobierno en el hilo, a punto de quiebre, por la presión y la violencia popular, Haití es, ahora, un real e inminente peligro para la República Dominicana.

La escasez de productos comestibles, agua potable y combustibles ya está causando el natural desasosiego entre las gentes, y poco falta para que los hambrientos y sedientos busquen saciarse acercándose a nuestra frontera, o traspasándola.

En circunstancias como esas, en que se ha formado una masa humana signifi cativa, abrumada por la violencia y por las escaseces, las únicas válvulas de escape son aquellas que les permitan encontrar lo que buscan, donde sea, y el primer y más fácil destino es nuestro país.

Aun cuando las autoridades afi rman que tienen el control de la frontera, habría que ver si tales mecanismos de seguridad son capaces de disuadir o contener un eventual fl ujo masivo, excepcional, de desesperados y desafi antes haitianos buscando comida o algo más, en la medida en que la situación interna de Haití se deteriora.

Tal es la peligrosidad a nivel interno que varias embajadas han cerrado temporalmente en Puerto Príncipe, por temor a que su personal sufra daños, y los Estados Unidos ha decidido despachar marines para proteger sus intereses allí.

La situación es volátil y reina el pánico. Las brumas de la violencia y la incertidumbre y hasta los mismos efl uvios del pánico, llegan hasta nuestros linderos. Ni podemos estar indiferentes ni mucho menos subestimar la gravedad del momento. Ese peligro nos acecha, pero también puede alcanzarnos.

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