En el desierto de la incivilidad

Las buenas costumbres ciudadanas se van perdiendo gradualmente en una sociedad en la que el irrespeto a las leyes es una realidad generalizada.

Las más elementales muestras de civilidad se pierden al calor de estos irrespetos, y de este descalabro hay penosos ejemplos en el diario vivir de los dominicanos.

La cordura es escasa. Por cualquier motivo, los ciudadanos discuten y se insultan; una simple actuación de la policía de tránsito frente a un conductor que ha violado las leyes puede terminar fácilmente en una acalorada discusión o en una violenta pelea cuerpo a cuerpo, un reflejo también de la falta de respeto a una autoridad que, valga admitirlo, poco hace para hacerlo valer.

Las reglas de cortesía no existen tampoco en muchos ambientes donde concurren los ciudadanos.

En este desierto de la incivilidad, los automovilistas raramente ceden el paso; los hombres han perdido la costumbre de ofrecer a las damas un asiento en los autobuses, a los peatones se les respeta poco, los accidentados en las carreteras pueden sufrir las sustracciones de sus propiedades, antes de ser ayudados a sobrevivir, y pocos se animan a ayudar a otros en dificultades, aun desangrándose en las calles.

Estos inadecuados procederes se manifiestan también en los hogares y las escuelas, donde niños, adolescentes o jóvenes malcriados desobedecen o descalifican a padres y maestros. Y también se reflejan en los contenidos de géneros musicales populares, que alientan el desprecio hacia la autoridad materna, paterna o magisterial y hacia cualquier regla moral.

En la era moderna, caracterizada por formidables tecnologías de la comunicación, los usuarios “chatean”, mas no conversan. Poco a poco nos vamos desconectando de la práctica de dialogar, compartir y expresar nuestras ideas y emociones de manera oral, a cambio de hacerlo por medio de mensajes de texto o “emojis” que pretenden traducir estas emociones.

Tal vez hablar de civismo sea un pecado en estos tiempos.