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Opinión

Inseguridad y descontrol en la frontera

El país ha perdido una gran parte de su capacidad preventiva y punitiva para enfrentar la inmigración ilegal de haitianos y los desmanes que estos, generalmente actuando a modo de turbas, cometen contra militares o civiles dominicanos en la zona fronteriza.

Las autoridades militares han fallado en contener la entrada subrepticia de indocumentados, unas veces por insuficiencia numérica para cubrir toda la línea divisoria y otras (las más) por entrar en contubernio con los contrabandistas.

Eso ha traído como resultado que la seguridad ciudadana sea prácticamente nula y que se repitan, con mucha frecuencia, actos de salvajismo criminal, robos de ganados o frutos, secuestros, desmontes, quema de carbón y otras depredaciones ambientales, así como violaciones sexuales.

El más reciente episodio involucró a prestigiosos profesionales y jóvenes empresarios, como el renombrado cardiólogo Pedro Ureña, detenidos y prácticamente colocados bajo secuestro por una turba iracunda y armada que los extorsionó en la zona de Restauración, cuando la caravana de motocicletas deportivas en que ellos participaban atravesó un camino fronterizo.

Con machetes, palos, punzones y cualquier objeto que sirva para agredir, la muchedumbre rodeó al grupo durante tres horas, mientras dos únicos soldados dominicanos a cargo de la custodia de un cuartel se cruzaban de brazos y no actuaban frente al abuso.

El episodio ha repercutido en la opinión pública por el nivel de representación social y profesional que tienen los dominicanos envueltos.

Pero estos hechos son el pan de cada día en una frontera en la que muchas poblaciones dominicanas han quedado “haitianizadas”, donde los militares no pueden cumplir efectivamente su obligación de defender el territorio, donde hay un negocio organizado para pagar peajes y entrar contrabandos o traficar con personas.

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