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La poblada haitiana

Buena parte del aparato comercial-productivo de Haití ha quedado inutilizado como consecuencia de las pobladas que se desataron en Puerto Príncipe y otras ciudades, a raíz de un severo aumento en los precios de los combustibles que, pese a ser revocado de inmediato por el Gobierno, no ha logrado sofocar la insurrección popular.

Empresas, industrias, comercios y residencias han sido incendiadas y saqueadas, mientras algunas vías citadinas como también carreteras que conducen hasta los centros de producción agrícola han sido bloqueadas con barricadas, anulando la circulación normal de vehículos de pasajeros y cargas.

A todo este cuadro de incontenible violencia popular se añade ahora el anuncio de un paro general de dos días de los transportistas haitianos, mientras que la República Dominicana ha reforzado la vigilancia militar a lo largo de la línea limítrofe, como medida de protección de la seguridad territorial.

Las violentas protestas y saqueos acentúan la gravedad del estado de casi parálisis en que se encuentra el aparato productivo de Haití, que habrá de repercutir, sin dudas, sobre las economías de ambos países mientras persista la crisis.

Por la volatilidad de los acontecimientos, la gobernabilidad está en serios apuros y no hay seguridad de que el presidente Jovenel Moise, aun revocando las alzas de combustibles que, cual chispas, encendieron la pradera del descontento popular, pueda hacer valer la autoridad indispensable para restablecer el orden.

No hay, a la vista, indicaciones objetivas que permitan predecir un pronto restablecimiento del orden y la actividad productiva normal mientras persistan los focos de la violencia y el repudio popular en Haití que han menguado la capacidad del Gobierno para seguir adelante con el cumplimiento del programa de ajustes que le ha impuesto el Fondo Monetario Internacional para intentar refl otar la economía y equilibrar el presupuesto nacional.

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