Opinión

El verdadero escudo de la frontera

Cuando el gobierno construya un número suficiente de viviendas para alojar permanentemente en ellas a nuestros soldados con sus familias, la frontera estará a mejor resguardo de las intrusiones de los ilegales y de la consiguiente haitianización de los poblados que gradualmente han sido abandonados por los dominicanos.

La garantía de contar con una vivienda y con un entorno que incluya escuelas, clínicas, áreas deportivas y de recreación, sería el mejor aliciente para asegurar una presencia, un patrullaje y un control más efectivo de la línea divisoria, complementada por el despliegue de equipos electrónicos de vigilancia y unidades disuasivas de aire y tierra.

Pero en las condiciones de despoblación y desertificación en que se encuentra hoy la línea fronteriza, difícil y costoso sería, para el erario, el estacionamiento de tropas que periódicamente deberían estar siendo reemplazadas por otras frescas, ya que en esa zona no hay viviendas ni otras infraestructuras de servicios públicos para acomodarlas.

Si no alentamos un proceso de “dominicanización” de la mano de obra, como acertadamente ha propuesto el empresario santiagués ingeniero Félix García, no alcanzaremos nunca a subsanar las vulnerabilidades que tiene hoy la frontera.

Una “dominicanización” de la mano de obra, acompañada de un rescate de las tierras abandonadas mediante la construcción de un masivo plan de viviendas apropiadas y económicas y su distribución entre soldados que puedan radicarse allí a vivir con sus familias, más el reforzamiento de los cuarteles y campamentos militares, son respuestas adecuadas para soluciones impostergables.

Naturalmente, todo ese blindaje fronterizo debe ir marcado por una firme voluntad del gobierno de hacer valer la soberanía y la ley de migración y ser enérgico en la penalización de aquellos militares o civiles que se presten al tráfico de ilegales, armas, drogas y mercancías de contrabando, un crimen de lesa patria.

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