Soberbia iniquidad
Más que un “gravísimo error”, es una soberbia iniquidad la que cometió la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) al acusar a nuestro país, junto a Cuba y Venezuela, de “violar de manera masiva, grave y sistemática” los derechos de los ciudadanos haitianos.
Iniquidad, decimos nosotros, porque no es la primera vez que esa comisión de la Organización de Estados Americanos (OEA) ha esgrimido iguales acusaciones contra nuestro país, apoyándose en cifras o denuncias cuestionables o no confiables que, a la larga, quedaron evidenciadas como sesgadas.
Ahora el secretario general de la OEA, Luis Almagro, acaba de reconocer que la CIDH utilizó “informes completamente desactualizados” para colocar a la República Dominicana en una infamante “lista negra” de países que violan los derechos humanos, error que tildó de “gravísimo” y que ha prometido enmendar lo más rápido posible.
En detalle, la acusación que le hace la CIDH a nuestro país es que aquí persiste una discriminación racial estructural contra personas de ascendencia haitiana o percibidas como tales, “lo cual ha impactado en el reconocimiento de la nacionalidad, deportaciones, expulsiones, operativos migratorios y expulsiones colectivas”.
Lo que es “gravísimo” no es el error o desacierto de la CIDH al usar informes desactualizados, sino la maldad que inyectó al veredicto para humillarnos y denigrarnos metiéndonos en una “lista negra” de violadores de derechos humanos, cuando lo cierto y demostrable es que somos todo lo contrario.
Porque aquí hemos sido demasiado indulgentes, complacientes y cedentes con los haitianos ilegales, permitiéndoles asentarse en ciudades y campos, abriéndoles las puertas de acceso a servicios de salud y educación, a los empleos en la agricultura, la construcción y el turismo, sin mayores restricciones, una ventaja que a veces ni los mismos dominicanos pueden tener.
Es penoso que un órgano independiente de la OEA, llamado a una misión tan importante como la de velar por el respeto a los derechos humanos, cometa estos deslices influenciado por intereses de grupos que manipulan cifras e hiperbolizan situaciones para que, luego, gobiernos extranjeros ejerzan presiones contra la soberanía y las leyes dominicanas.
Esta experiencia, o este “gravísimo error”, pone en entredicho la credibilidad de la CIDH de cara a los países de América Latina y del mundo.